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29 de agosto de 2005

Las ilusiones devastadas de Portugal

Los incendios que por tercer año consecutivo han devastado Portugal han encendido un debate que va más allá de la falta de medios y previsión para prevenir el fuego en los bosques. Los comentaristas y la clase política se interrogan sobre el rumbo del país, al que no ayuda una coyuntura económica adversa.

Pois é mesmo assim que começa um artigo do espanhol "El PAIS" sobre este nosso "jardim à beira-mar plantado". Vale a pena ir lá lê-lo. É sempre bom saber o que os outros pensam de nós. Às tantas, a articulista escreve:
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El rumbo del Gobierno, liderado por el socialista José Sócrates, que llegó al poder en marzo pasado, es el mismo de uno de sus antecesores, José Manuel Durão Barroso, y de Pedro Santana Lopes. O sea, el rigor y la austeridad en los gastos públicos y más sacrificios para los consumidores. Tal y como había hecho Durão Barroso, Sócrates prometió durante la campaña electoral no subir impuestos, pero una de sus primeras medidas fue pasar el IVA del 19% al 21%. Según indicaron los sondeos, el electorado le perdonó esta primera frustración. Otras medidas posteriores le hicieron llegar al verano con el prestigio y la confianza que había conquistado bajo mínimos, lo que arrojó más madera a la hoguera del pesimismo.
El ministro de Hacienda, Luís Campos e Cunha, renunció al Gobierno poco más de 100 días después de asumir el cargo. Un duro golpe, dada la gran tendencia a huir manifestada en los últimos años por los gobernantes de Lisboa. Primero fue Guterres, en 2001, que se dijo incapaz de conducir los destinos del país, dado el "pantano" hacia donde caminaba. Después fue Barroso, que a la primera oportunidad prefirió cambiar Lisboa por Bruselas. Y sólo cuatro meses después, su sustituto fue destituido por el presidente de la República, harto de polémicas relacionadas con la figura de Santana Lopes. Un desgaste para el electorado y una sensación de que el país no es gobernable.
Pero antes de irse de vacaciones, Sócrates encendió la hoguera final que acabó por castigar su popularidad: eligió a diversos miembros del aparato del Partido Socialista, incluidos amigos personales suyos, para importantes cargos en la administración de empresas públicas o controladas por el Estado. Tras defender un discurso de austeridad, en el que insistió "en la moralización de la vida política y pública", impulsando leyes que recortaban los privilegios de los políticos y altos cargos de la Administración, era imposible cometer un error más grave. "Sócrates está fracasando en una de las vertientes esenciales de su proyecto político: recuperar la confianza de los portugueses en la clase dirigente y hacerles creer en su capacidad para superar la crisis", afirma Manuel Carvalho. Por primera vez, a finales de julio, Sócrates registró niveles negativos de popularidad en las encuestas publicadas mensualmente en la prensa.

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